El hipopótamo de marras era conocido con el nombre de Hubert. En realidad pudo haberse llamado Amadeo, Floriberto o hasta Austreberto, pero fue la gente de cierta región de África la que comenzó a decirle, cariñosamente, Hubert.
Comenzó a ser una celebridad cuando, por las noches, daba paseos por las calles de los poblados que se encontraban muy cerca del río en que él habitaba.
Algo extraño, ya que es bien conocido el hecho de que los hipopótamos son bastante asustadizos a pesar de su gran tamaño y de no estar amenazados por otras especies de la jungla que tienen fama de feroces.
Raro también porque estos animalazos acostumbran vivir en grupos familiares, a menos que se trate de machos viejos.
Pero en fin: durante sus primeras incursiones en los poblados, el grandullón aterrorizaba a los paseantes trasnochados quienes al dar vuelta a la esquina, se topaban con casi 4 toneladas de carne, grasa y dientes. Lo mismo ocurría con la gente que descansaba en su casa y, de repente, miraba resoplar a la bestia del otro lado de la ventana o escuchaba el golpeteo de los botes de basura en los que hurgaba Hubert.
Era tal el terror y la sorpresa, que los habitantes no dudaban en llamar a la policía pidiendo ayuda. Esto sucedió entre 1928 y 1930; por eso no sabemos si los agentes del orden se hacían tontos para no llegar a tiempo y enfrentar al animal, o bien este último, haciendo gala de un buen instinto, escapaba hacia el lecho del río antes de que los uniformados hicieran acto de presencia.
Un largo camino
El travieso Hubert mantuvo su periplo durante 17 meses, seguramente buscando las mejores aguas de acuerdo con las estaciones anuales en las que se alternan las lluvias y la temporada seca. A lo largo de ese tiempo recorrió 650 kilómetros. Eso lo pudieron saber por los reportes policíacos que hubo en los diferentes poblados.
Nada mal para un animal pesado pero ágil, que corre más rápido que una persona y se desplaza por el agua como un campeón.
¿Podrías calcular cuántos kilómetros viajaba por mes? Es más o menos fácil si conoces la distancia total y el tiempo que le llevó recorrerla.
Recuerda, 650 kilómetros y 17 meses de viaje.
Haz tus números y consulta la respuesta.
Convertido en huésped distinguido
Ya te imaginarás que después de tantas visitas, otras muchas escapatorias y ningún daño o perjuicio, a la gente terminó por hacerle gracia el buen Hubert, aunque eso sí: nunca acercándose demasiado a él.
Hasta los turistas hacían excursiones por las zonas en que aparecía, para poder ser testigos de su atípico comportamiento. Terminó por llegar a ser de lo más popular y el hipopótamo fue tomado bajo la protección de la ley, cosa que no cayó nada en gracia a los granjeros de las cercanías que de vez en cuando encontraban pisoteados sus plantíos. No podían asegurar que el culpable fue Hubert o algún otro de sus congéneres, pero se ponían furiosos cada vez que había destorozos.
El confianzudo animalón
Tan a sus anchas se llegó a sentir, que una ocasión decidió echarse a descansar sobre las vías del
ferrocarril. Apenas y pudo frenar el conductor de una de esas viejas y humeantes máquinas de vapor de principios del siglo pasado; y aunque trataron de azuzarlo para que se levantara y partiera, Hubert no se movió de ese lugar que le pareció tan cómodo.
Imagina si sería posible moverlo. Con 4 mil kilos de peso, cuántos forzudos señores se habrían necesitado para levantar esa mole, calculando que cada uno pudiera cargar 100 kilos.
¿Quieres intentar encontrar la respuesta?
Recuerda los datos: Hubert pesaba unos 4 mil kilos y vamos a suponer que cada cargador pudiera levantar 100.
¿Cómo imaginas que resolvieron el problema del dormilón? Pues no quedó más remedio que empujarlo cuidadosamente con la misma locomotora humeante, usando la guarnición que esas máquinas llevaban al frente. Cuando Hubert se dio cuenta de que ya no lo dejarían dormitar en paz, simplemente se puso de pie y siguió su camino.
El triste desenlace y un descubrimiento sorpresivo:
Para un personaje tan querido habría sido espléndido llegar a la vejez y morir tranquilamente, pero no fue así.
Sin hacer caso de las leyes que lo protegían y sin tomar en cuenta las muestras de simpatía de toda la población, un granjero —harto de las incursiones de otros hipopótamos en sus cultivos— tomó su rifle y le mató de un tiro.
Le hicieron la necropsia , a pesar de que ya sabían la causa de la muerte, y lo sorprendente fue descubrir que Hubert no era Hubert, sino Hubertina o Huberta.
Por sus hábitos solitarios los expertos siempre pensaron que se trataba de un macho viejo que había sido expulsado de su manada. Ya no se pudo hacer nada para componer las cosas, de cualquier manera el hipopótamo ya había muerto de viejo ¿o no?